Con los ojos que miro
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Con los ojos que miro
Cuando miro a mi padre a través de los ojos de mi madre, a través de sus relatos, de su resentimiento, de su rabia no lo estoy viendo como mi padre sino como marido de mi madre. Esta mirada al estar polarizada me lleva a tomar partido, a pensar que hay alguien a proteger o a atacar; en consecuencia eso me debilita pues si me estoy ocupando de uno de ellos, ¿quien se está ocupando de mi vida? Pero cuando me paro como hijo de esta madre y de este padre, acepto que ellos son los grandes y yo el chico, y que además su relación ya existía antes que yo llegara a este mundo, puedo verlos como padres. Puedo verlos como dos personas comunes que se unieron y de esta unión soy fruto. Desde este lugar imparcial, que no toma partido, que quiere integrar las dos partes saco la vitalidad que necesito para mirar a mi propia vida, para llevar a cabo mis proyectos. Cuando me preocupo demasiado por algún ser querido en realidad lo debilito. Atraigo aquello que quiero evitar. La preocupación no es amor, sino miedo al abandono, miedo a perder el vínculo. Es fruto de un amor infantil que tiene la fantasía de poder salvar al otro, de tener el poder sobre su vida y su muerte. Esas fantasías omnipotentes, según Hellinger, solo las pueden tener los niños o aquellos que han permanecido en estado niño. Adriana Martins Pimentel Terapeuta Floral - Psicóloga Social Astróloga - Máster Reiki Facilitadora en Constelaciones Familiares y Soluciones Sistemicas 11 156934-6777 11 4867-6074 pimenteladri@gmail.com www.integrarterapia.com
Por Adriana Martins Pimentel
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